Un hombre va de visita a la casa de su vecino y le pide que deje trabajar a sus carnales y no los trate feo; además, ya entrados en el asunto, le pide que ya no siga con el negocio de vender armas y que ya no consuma drogas porque, además de ser malo, en su casa ya no puede controlar a los que se las venden.
El vecino lo invitó a comer, lo escucho atentamente, lo aduló, hicieron sobremesa y lo despidió coordialmente.
En cuanto cerró la puerta, se volteó, esboso una sonrisa y susurró: "pobre güey".
Negocios son negocios.
Mientras por acá, la autocensura no es solo por respeto a los compinches , sino también a todo lo que no combine con el status quo o sea incomodo o de mal gusto.
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