Había una vez un nuevo secretario que se abrió al diálogo y empezó a hacer acuerdos, aún contra los designios del otro secretario (el de la porra).
El secretario de la porra, enojado por que sus antojos y designios son desafiados, le pone picos a su porra y ladra y aulla, aún sin que la luna este llena. Su mordida es una condena de muerte; el no quiere esbirros de su especie.
¿Será que el nuevo chico de la cuadra, traiga balas de plata?
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