6 de marzo de 2007. El hechicero Roger Waters llegó a la ciudad de México para mostrarnos la magia de su arte. Sin duda, uno de los conciertos y espectáculos más impactantes que haya visto hasta la fecha. En realidad al principio no tenía muchas espectativas por el ruido blanco de la rutina diaria. Sin embargo, a la cita acudieron casi 45,000 almas que serían sorprendidas por un inglés.
Al llegar al foro Sol, se apreciaba un escenario inmenso, y por lo menos desde lejos, donde estábamos sentados, parecía que había unos inflables de una botella de whisky, un vaso, un radio y un avioncito de juguete; todo gigante.
El audio estaba repartido por todos lados, apoyado por unas torres al centro. Poco a poco se lleno, y antes de apagarse las luces una manota salió para agarrar el vaso y cambiarle al radio. Carajo, era una proyección con una nitidez brutal.
Y entonces las luces se fueron y entro Waters con su bajo Fender. Y para abrir boca, In the Flesh. Pero ahí no paró la cosa. Cuando empieza con Set the controls, mientras en la pantalla se veía una animación de una especie de eclipse, en el horizonte empezó a salir la luna, imponente.
En recuerdo de Barret, Shine on. Y el cuero empezó a enchinarse con las rolas del Final cut (una declaración anti bélica oportuna). Casi antes del intermedio, Sheep en una versión con toda la potencia imaginable y un cerdo que traía tatuado en el culo "Saquen a Bush", y en los laterales "Kafka rules". Al terminar la rola, soltaron al puerco para que surcara los cielos de la capital. Rayado a quien le caiga en su azotea semejante trofeo.
En la segunda parte, el Dark side of the moon completito. Y para rematar Another brick in the wall, Vera, Bring the boys back home y por supuesto Confortably numb.
Dios, que noche. A la cita fue de todo, y de todas las edades. La chela circulaba y el olor a petatiux flotaba intermitente. Mis respetos al diseñador gráfico que hizo las animaciones, a los músicos y a todos los que montaron soberano espectáculo.
Ojala Floyd se reuna para hacer un disco más y una gira del calibre que acostumbran.
Ahora de vuelta en la realidad y la rutina, me doy cuenta que lo que vale la pena son esos momentos mágicos. Y las verdades expresadas por estas obras, habrá que ponerlas en práctica.
Para empezar, con el muro que se está levantando en el norte.
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