Ayer vivimos un sismo de 7.6 en la ciudad de México. Las calles se llenaron de personas evacuadas de sus oficinas o de quienes salieron de sus viviendas.
Los temores del 85 se revivieron por que la tierra se movió, por allá por Guerrero, y como de costumbre, lo sentimos hasta la médula.
Si creyéramos en los antiguos dioses, deberíamos tomar esto como un castigo o como un aviso. Deberíamos interpretarlo como su disgusto de nuestra actual forma de vida y tal vez, exigir sacrificio, para lo cual hay toda una lista de notables que podrían pasar por los altares de piedra, para demostrar a los dioses que les enviamos a los que dan lata para que allá los castiguen.
7.8 o más dicen que fue la magnitud. Los unos para no quedarse cortos, los otros por que suena más estridente y unos cuantos, para que vean como reaccionan en una situación de alto riesgo, derrochando valor.
Si creyéramos en los antiguos dioses, deberíamos arrepentirnos de nuestros malos actos, de despreciar a nuestros viejos, de ser materialistas, de maltratar a la naturaleza. Sería un castigo justo e incluso se quedaría corto.
En 85 al segundo día, volvió a temblar muy fuerte.
Dejamos de creer en nuestros dioses y los cambiamos por los de los vencedores. Pero la fe es extraña, Mictlantecuhtli reaparece como la santa muerte, aunque con un look europeo del Séptimo sello; o san Malverde, que no ubico a que deidad podría corresponder el patrono de los sicarios.
Ayer alguien gritaba "ya empieza el 2012, los mayas tenían razón". Es malo burlarse de lo que no se conoce.